OTTO ZUTZ mi discoteca preferida
OTTO ZUTZ
“Prefiero a un libertino, hombre o mujer, antes que a un
puritano. Aquél, tarde o temprano te hará reír o gozar; éste en cambio, te dará
su abrazo de oso y te intoxicará in eternum con su amargo veneno de ultra tumba”
Samuel
Johnson (S. XVIII. Londres) Memorias no publicadas.
Sí, su
disco preferida era el Otto Zutz; cuantas entradas y salidas, hasta por la
puerta falsa, en aquellas locas noches de los jueves de los 90.
Un oasis de
libertad y si querías de lujuria para aquellos que podían atravesar el muro de
los gorilas de la entrada de la Calle Lincoln de aquella entonces maravillosa Barcelona.
Él, nunca
tuvo problemas, fue, digamos, una
especie de socio fundador o protector.
Él, iba por
la vida procurando cumplir con el principio esencial de que las personas
deberían ser libres de hacer lo que quieran con tal de que no perjudiquen a
otros. Así lo dejo escrito el año 1859, John Stuart Mill (1806-1873) en su obra
capital “Sobre la Libertad”.
Todo en aquella
gran nave, era para él, el éxtasis. A veces lamentaba que costara
tanto por la música tan alta, conversar con alguna. Pero ya había aprendido el
valor del utilitarismo de Bentham. Total - se preguntaba – con lo que se tiene
que oír.
Curiosamente, al unísono, no dejaba de acordarse, sentado en aquel banco delante del Garden’s
Hotel de Manchester , de las noches del sábado en el UP (Club Privé)
y su valor cotizaba cada día más a la alza en su vieja memoria. Era el
complemento directo del DOWN. En total: UP & DOWN. Con el gordo Pepito Pérez alias Garriga, de portero.
En el UP, donde era obligado vestir con americana y los tejanos estaban mal vistos, ponían a intervalos, canciones lentas, las más tristes y melancólicas baladas de los Bee Gees y de otros Grandes de la música moderna universal.
Aún siente, como si los oliera, los finísimos perfumes que emanaban de aquellos perfectos cuellos de aquellas Diosas Cisnes, bailando bien abrazaditos, y con, digamos, derecho a roce, y a las que muchísimas veces, cuando notaba como lo pedían el calor de los cuerpos, las besaba. No eran besos de rosca, sólo leves besitos húmedos en sus dulces labios, mientras susurraba sus deseos de continuar la fiesta en tu casa o en la mía.
Sí, sí la recuerda en especial, porqué aquella mujer de alta alcurnia acabó siendo su segunda esposa, la llamó su amor platónico, Princesa de Venus y de Júpiter. Eres mi Sol. Y como ella, al oír su susurro, lo abrazaba temblorosa pero con una fuerza casi sobrenatural, tan intensa y bonita que todavía hoy la siente.
De
refilón, le parecía tener delante la
visión de tantas y tantas otras parejitas del amor, bailando en círculo junto a
él. Y justo en alguno de estos intervalos sucedió lo inesperado, fue el preludio de otra increíble aventura.
(continuará)
Muy bien !
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