LA EUTANASIA DE CASSEN cap. IV
LA EUTANASIA DE CASSEN
CAPITULO IV
Ciudad de Lyon año 2058
El último detonante que precipitó su huida a aquella maldita Clínica
de Lyon fue cuando se vio obligado a asistir, en su calidad de Abogado defensor
de causas perdidas, a la ejecución de aquella pobre chica, condenada a muerte
en un simulacro de juicio, que se
retorcía en su celda como una pequeña ternera mal matada en la renovada Prisión
Modelo II de Barcelona, y como pudo oír horripilado al policía ese, como decía:
“¡Venga cerda¡, ¡mala puta¡, que pronto te llega la hora… -
risas de sádico - , pero antes deberás pasar por taquilla, levántate – y la
levantó de una patada – y ven conmigo a mi taquilla – más risas- que te voy a
poner a caldo…”
Su dolor se le hacía insoportable. Ya ni le hacía ilusión el
regreso de aquella bellísima enfermera tan y tan francesa que luego resultó ser
una vampiresa, que al regresar de sus teóricas vacaciones a Suiza , transformada con otro rostro parecido a una
patata monstruosa, riéndose como una esquizofrénica y con una voz de poseída le
dijo en un perfecto español, señalándole con una mano estratosférica:
“Hola gilipollas, sepas que de esta Clínica se entra, pero no se sale nunca. Y si tienes sed, te bebes tu orina”.
Fue entonces cuando pudo ver por el amplio ventanal, como una
lluvia fina empezó a caer y unas enormes nubes grises invadían el cielo como
extraños animales.
Él, que había sido un
hombre muy moderno, liberal, ausente de trazas de masculinidad tóxica, nada
celoso, seguro de sí mismo, algo depresivo por el asco que le daba aquella
sociedad tan hipócrita y vacía que debía soportar en silencio sepulcral, comprensivo
incluso ante las infidelidades esporádicas de NEKANES, nunca, jamás se las
había reprochado, él que había sido el prototipo de hombre infiel con sus
decenas y decenas de amantes, que le iba a decir a la pobre Ne...
Descartado cualquier reencuentro con Nekane, ya viudo, CASSEN enloquecido, llorando, atormentándose con sus peores vicios pasados, deambulando sin parar arriba y abajo por los pasillos de aquella dichosa clínica, hablando solo no sabiendo con quien, igual que hacía en su Bufete aquel maldito Sebastián Puñeteros (1) que acabó devorado por los lobos en aquellos bosques ingleses cercanos a DEXTER (2); pero bueno… - pensaba en un destello de lucidez– los pájaros vuelan, los gorriones saltan, y por debajo de todo andan las ratas. Sentía una rabia inmensa, aunque se decía a sí mismo –en otro destello de lucidez - que no debía ser tan tonto, la rabia sólo hace trabajar más al hígado y no consigue nada. Pero era en vano, como los chicles de alquitrán con sabor a regaliz que por mucho que uno rasca nunca se sueltan.
¡Tengo miedo a la muerte¡ - gritaba para sus adentros - , yo que
nunca he temido a nada ni a nadie, que siempre he sido curioso, apasionado y
romántico, ahora sí noto, como una premonición que crece y crece, haber perdido
la partida de ajedrez (3).
Y de repente...un extraño. Yendo arriba y abajo por el pasillo de otra planta del hospital, a la que accedió de milagro, en la otra habitación, como le ocurrió al Conde de Montecristo cuando aún era Edmundo Dantes oía los gritos de un viejo:
“¡Rabia¡ ¡rabia¡ contra la luz que se acaba con la vejes – con acento catalán – cuando se finaliza
el día… ¡debería delirar y arder¡.
Más tarde recordó que aquella voz del pobre viejo le sonaba, pero no podía recordar quien era, estaba seguro que lo conocía de Barcelona, creía era un artista multimillonario, libertino –qué son sino los artistas - se preguntaba - sino unos grandes libertinos...
Para no enloquecer más de lo que estaba, y de forma autodidacta,
había aprendido a mantener conversaciones entre su ser racional y su otro ser
irracional.
FIN Capítulo IV
NOTA DEL
AUTOR
1-
PERSONAJE
DE CONVERSACIONES ENTRE ABOGADOS
2- Ver en este Blog : CONVERSACIONES ENTRE ABOGADOS : RETRATO DE SEBASTIAN PUÑETERO
3-
EL
SÉPTIMO SELLO . I. BERGMAN ver anteriores capítulos
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