EL DOCTOR MELÓN - CAPÍTULO 2
Barcelona,
noviembre de 2051.
Lo que más le impactó de aquel individuo
era su penetrante mirada de sus ojos como faros, su corta estatura y su
extraordinaria obesidad, el Doctor MELÓN era un hombre ovalado, que hacía honor a su apellido, su
cabeza la poblaban cuatro pelos desiguales y mal repartidos, una papada
descomunal compartía su rostro blanco como una aspirina del que sobresalía una
nariz aguileña , de aquella enorme bola
de billar con unos brazos cortos como las de un patito, y unos dedos gordos
como una morcilla repletos de anillos de
oro y plata etrusca, en sus monólogos a sus pacientes utilizaba tonos distintos,
en ocasiones una suave voz de mujer o de
un niño y en otras gritaba como un tirano, sus discursos eran imperativos, muy
educado y culto , no admitía réplicas ni
interrupciones , se repetía con
frecuencia y sus frases podían resultar incoherentes, desconcertantes,
altamente ofensivas, contradictorias, pero sin duda alguna los grandes ojos del
Doctor poseían el Don Divino de abducir al paciente y someterlo a la obediencia
absoluta.
Su consulta parecía sencilla. Sólo
destacaba una gran estantería repleta de libros, muchas Biblias, obras de temas
científicos y los doce tomos de la vida y la obra de San Ignacio de LOYOLA, y decenas de cómics de "Caperucita y el lobo feroz". Una gran mesa de caoba, dos sillas y una pequeña escultura de
bronce con una cabeza de una especie de cerdo primitivo. Pero lo que nadie
sabía de la consulta, nadie, nadie, era
que los pacientes o visitantes, como les llamaba el Doctor, estaban siendo grabados con sofisticadas
cámaras ocultas. Dentro de aquel bunker
insonorizado pasaba horas y horas contemplando las cintas de las visitas que
más le interesaban, y estudiando meticulosamente las reacciones de sus rostros
adivinaba sus pensamientos que anotaba en su blog.
El Dr. Melón lo controlaba todo,
era extraordinariamente metódico, y medía los pasos que iba ejecutando
minuciosamente. Su capacidad de convicción era extraordinaria. En primer lugar
analizaba a sus pacientes, tras conversar durante horas con ellos, les hacía
rellenar un test de personalidad. Obtenía toda la información que precisaba
para cazar a sus víctimas, la mayoría eran personas mayores, preferiblemente mujeres sin familia y con
patrimonio. Él los llamaba sus elegidos. Para ello tenía contratado a un
detective chileno llamado ahora SILVERIO,
tuvo que cambiar de nombre para entrar en España al figurar en las listas
de los sujetos buscados por la INTERPOL,
habían sido un alto colaborador de los servicios secretos del General
Augusto Pinochet, participaba en los interrogatorios y sometía a torturas a centenares
de personas sospechosas de ser comunistas. Era un sádico psicópata que
disfrutaba con sus funciones, años después fue una figura en psicopatía que servía de ejemplo en las Facultades de
Medicina psiquiátrica Y Cursos de criminología. Era uno de los mandos en el Estadio de Santiago de Chile
donde se encerraban a miles de sospechosos.
SILVERIO seguía a los pacientes y
utilizando sobornos obtenía toda la información necesaria.
MELÓN utilizaba un chip casi
invisible que introducía a sus pacientes o simplemente se los enganchaba en la
espalda. Bajo el pretexto de un diagnóstico falso, si hacía falta los sometía a
intervenciones innecesarias bajo anestesia total, introduciendo su chip en
cualquier parte del cuerpo de aquellos desgraciados. Así lo controlaba todo.
MELÓN disponía de un Laboratorio
que aplicaba los mayores avances en Inteligencia Artificial. También disponía
decenas de pantallas para seguir el día
a día de sus elegidos. Con el tiempo lograba que obedecieran sus órdenes , y
así iban a los Notarios a sueldo de MELÓN y firmaban todo lo necesario para
destinar sus bienes a su FUNDACIÓN, un santuario perdido en los Monegros y cuyo terreno estaba protegido por cables eléctricos.
Todos los miembros de la Fundación
pertenecían a una secta satánica, donde invocaban a los diablos de SATÁN, realizando
sacrificios humanos, de personas sin techo a quien drogaban para que obedecieran todas las
órdenes. Se los operaba para que no pudieran hablar. Mis muditos queridos che... –
decía SILVERIO borracho y hasta el culo de cocaína.
Todos ignoraban que su gran obra estaba
oculta bajo sus pies en su consulta: un sótano secreto insonorizado y cerrado
con una llave de la que no se desprendía nunca llevándola anudada en su cuello en
un fino collar de oro. Sólo SILVERIO
conocía este horror.
Años después fue conocido mundialmente
como el sótano del terror.
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