EL MECHERO

 




 

 

EL MECHERO

 

Recuerda lo que le ocurrió a su hermano JESÚS-RIGOBERTO una  noche invernal, solo en el caserón familiar, cuando se disponía a fumar y no encontró el mechero, seguro que estaba en la casa. ¡Maldito mechero¡.¡Fuego¡.

Deseaba ser un homo erectus, cuando descubrió el fuego,  hace casi dos millones de años, originando felicidad a su tribu. 

No podía ni encender su vieja cocina porque no tenía el mechero.

Pasó dos horas buscándolo por todos los rincones, pero nada, tenía unas ganas locas de fumar. Había leído que la nicotina podía llegar más adictiva que la heroína, necesitaba su dosis y nadie lo impediría. Sólo tenía una opción: ir a la Gasolinera más cercana en la entrada de Ripoll, a unos cuarenta kilómetros. El corazón le salía del pecho, notaba un sudor frío de toxicómano, y empezó a temblar. Mientras conducía le vino la duda de si la gasolinera estaría abierta, se encendió la luz de la reserva y estaba seguro que no llegaría a Barcelona. 


De repente surgió del bosque un animal monstruoso con tres cabezas y dos colmillos enormes, ¿estaba alucinado como un alcohólico en pleno delirium tremens?. No, lo que ocurría era verdad, aquella bestia  entró por la ventana de  en su coche, podía oír sus gruñidos, su hedor, le tiraba del pelo a picotazos, arrancándole mechones. Y pronunció unas palabras en un idioma desconocido, estaba seguro que era una maldición,  hasta que en una curva cerrada frenó bruscamente y la bestia huyó riéndose de él,  elevándose hacia el cielo convertido en un gigantesco cuervo. Tuvo que parar para vomitar.

Aquel cuervo enorme como una águila imperial, ya libre, no le dejaba en paz, le seguía mientras conducía rabiando por su mala fortuna, todo por un mechero, todo por el fuego.

 ¿Dónde coño lo he puesto?, repetía en voz alta, ¿Dónde coño lo puse?

El pajarraco negro daba vueltas y más vueltas alrededor de su coche – con la gasolina que quedaba era imposible llegar - ,  sintió un ruido y pudo ver lo más cerca posible como aquel animal se asentó encima de la parte delantera para defecar sin dejar de mirarlo con sus ojos amarillos y su enorme pico de acero en posición de ataque, sintió el horror al pensar que sería capaz de romperle el vidrio para lanzarse sobre él. Se le ocurrió tocar repetidamente el claxon y por fin aquel maldito cuervo huyó despavorido. 

Transcurrió una hora. De repente tuvo la idea de llamar a la asistencia en carretera del seguro de su coche, tuvo suerte, en veinte minutos se presentó la grúa. ¡Por fin¡, lo primero que le dijo al joven del servicio fue: 

¿Tienes fuego?.

- Lo siento mucho señor, yo no fumo, hace meses que lo dejé.

Se desmoronó.

 - Bien … tendremos que ir hacia Barcelona,  hay  gasolineras abiertas las veinticuatro horas, no se cruzó con nadie , ya lo guiaré hasta el taller de destino. Y así, subió a la grúa, hasta llegar a Barcelona. Encontró una gasolinera abierta.


- Pare un momento, voy a comprar mechero.


 Eran las cinco de la madrugada, se dirigió a la entrada y cuando quiso entrar, se encontró con un cartel que decía 

“Nuevo horario: abierto desde las seis hasta las veinticuatro horas”.


 Fue entonces cuando se derrumbó, el chico de la grúa, viendo lo que tardaba, fue en su búsqueda y lo encontró estirado, su corazón ya no latía, y lo que más le sorprendió fue ver a un gran cuervo a cinco metros del cadáver.  El mechero, el fuego, fue su destino final. 


En su funeral todo el mundo depositó un mechero sobre su tumba.

No faltó aquel cuervo de tres patas, posado inmóvil con las alas extendidas sobre  un panteón cercano de mármol blanco puro de Carrara con finas vetas grisáceas. El contraste extremo de colores provocaba admiración y extrañeza a  los pocos asistentes, que andaban en fila india hacia la salida del Cementerio, algo intrigados por aquella aparición súbita. 

 

 

                                                               FIN

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