EL ASCENSOR
EL ASCENSOR Jeremías encontró trabajo como encargado de un supermercado en El Prat. Llegó el día. Madrugó, tomó su café, se duchó, se afeitó dos veces, se vistió con su único traje y salió tranquilamente con tiempo suficiente. Tomó el metro hacía su destino, previo transbordo. Sentado en aquel vagón abarrotado, memorizaba su discurso de presentación, cuando se percató se había pasado la parada el corazón, el corazón le dio un vuelco. Retomó el paso, corriendo por los pasillos, decidió tomar el ascensor directo al andén. Una mujer gorda le recriminó que no llevara puesta la mascarilla. Sólo estaba él, un viejo con una maleta enorme y aquella mujer cargada a rebosar con la cesta de comida. Se la imaginaba hinchándose. De repente el ascensor se paró por exceso de peso. El pobre viejo llamó al timbre pidiendo ayuda. Pasaban los minutos, no acudió nadie. No llegaría a tiempo. La gorda era la culpable. ¡Más de una hora en aquel maldito ascensor a su lado