El DELATOR. PREMIO DE ACCESIT 1er. CONCURSO LITERRARIO SANT JORDI CONFINADO

 

EL DELATOR 

Un alba inacabable va apagando las estrellas grises y tristes, una a una. Fuma tras el gran ventanal de su habitación y ve como empieza a llover, una lluvia extraña. El aire es insólitamente puro en Barcelona. Ayer, desde el Turó del Putxet contemplando el horizonte vio como la Montaña del TIBIDABO, con su noria y su cruz se convirtió en una línea recta, azul, bien cortada. Esta mañana se encuentra bien, motivado por cómo llevar un nuevo y algo extraño encargo profesional recibido: una lucha legal contra un delator, un individuo especialista en enviar anónimos a Notarios y a Procuradores de los Tribunales. Deja de llover. Aprovecha para pasear su perro evitando el confinamiento, quiere ir hasta el viejo Sarrià.



Sale de la plaza Kennedy. Son las siete de la mañana. Un cartel coloreado en la entrada de los “escoltas de Montserrat”, “Qui no cau no guanya”(quien no cae no gana). Bonita frase en estos tiempos, piensa. Pero por desgracia en la vida actual quien cae acostumbra a perder, no se recupera. Se emociona al encontrarse con el edificio antiguo de LA SALLE BONANOVA La Salle donde su padre estuvo interno a finales de los años 40, y le contaba las anécdotas del hermano Felipe, una nazi convencido que entraba en la cantina del colegio haciendo el saludo fascista, todo el mundo le respondía ¡heil hermano!. Eso nos hacía reir, aquellos domingos de aperitivos con Martini, aceitunas rellenas, paellas y fútbol a las 5 de la tarde de los años 70. Le gusta recordar a su padre así.




Hace un repaso mental de sus últimas lecturas. Le ha reforzado leer a Rainer Maria RILKE (Praga 1875-Montreux 1926), uno de los poetas más importantes de lengua alemana y de la literatura universal. Utilizó la tristeza deliberadamente, como herramienta de poder creativo. En sus versos nos enseña a no ser derrotados por las pérdidas, a ser curiosos, a no tener miedo a nada ni a nadie. Continuaba caminando y quedó clavado cuando encontró por sorpresa a su principal sospechoso que salía del CENTRO DE ACOGIDA NOCTURNO de Sant Gervasi, era NICANOR el delator. Lo observó de lejos como encorvado, cerraba las rejas de la Residencia y bajaba en dirección al mar, a la Barceloneta, donde vivía con su madre, una portera de una escalera lúgubre al lado del Restaurante “7 Portes”.

Está totalmente seguro que NICANOR no lo ha podido ver. Continua caminando compulsivamente por el Paseo de la Bonanova con su perro, lleva el mango de la correa dentro de su pantalón, lo que le produce el efecto de que el perro va suelto, aunque no es verdad, va atado con el hilo invisible de cuerda de guitarra. 



Primera parada: CONSULADO DE MÉXICO, edificio emblemático de Barcelona, construido a principios del siglo XX como palacete o torre de un sultán árabe que tuvo en gran estima a la ciudad, llegando a regalar todo tipo de animales exóticos al ZOO. La poca generosidad, el mal de muchísimos catalanes. Esto no es bueno. Enfrente se encuentra el Consulado de Malasia, y justo al lado reconoce el HOTEL MIKADO, donde tantas citas ocultas tuvo estando casado. “Esto que dices es mentira. Te lo imaginas todo, absolutamente todo”. Le decía su editor MELITÓN MANZANAS CEREZO. Tuvo que conformarse, como tantas veces, pensando en el gran sabio de Grecia HERÓDOTO (3500 ac) ,y su famosa triple danza de las bellezas. La felicidad humana nunca es duradera; la segunda : el destino no lo pueden evitar ni los mismos Dioses, y que el mundo se mueve por la venganzas de los pueblos entre sí y que entonces la esperanza ya no era necesaria, y por lo tanto, podría ser olvidada. Justo en ese instante, frente al Consulado de Malasia, fue cuando lo vio. Sintió pánico, quería correr pero se le precipitó encima y lo apuñaló con su navaja. El aire era lleno de ruido, sangre y terror. Como le pasa a Burt Lancaster en la gran película EL NADADOR (1963) , saliendo de la piscina con el cielo nublado y el aire muy frío del norte que venía del Canadá, sentíaun frío glacial. Todo temblaba.

Abrió los ojos, ya no reconocía nada, su último aliento ascendió por la garganta y salió suavemente entre los dientes apretados.

“No te mueras, que aún me debes unos cuartos y demasiados favores. Que soy el MELITÓN MANZANAS, yo... ¿Me entiendes?... Estúpido, pobre engreído... Llevabas la mascarilla mal puesta y no le has visto venir a por ti, así aprenderás estúpido"

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