LAS FIESTAS DE LA TRISTEZA
Foto superior: el extraordinario pianista de jazz EROLL GARNER, cuya interpretación de MISTY es, para mí, insuperable.
LAS TRISTEZAS NAVIDEÑAS
BARCELONA 23 DICIEMBRE 2020
Ya en la Gran Vía, inhaló profundamente el aire negro y lustroso de la mañana. Vio no muy lejos, como una chica joven lloraba desesperada, sin la mascarilla, profiriendo gritos de reproche pidiendo ayuda por teléfono a no sabe quién. Sintió un impulso para acercarse y preguntarle si podía ayudarla, pero tenía prisa por volver a su casa y pilló un taxi de subida. Luego lo lamentaría. Hizo detener el taxi al llegar a la Diagonal. Se ahogaba. Medio oculto en una esquina como un miserable encendió su quinto Marlboro gold reparador. Se sentía observado, incluso una vieja foca cargada con bolsas repletas de comida, lo miró con desprecio. Se contuvo.
Buscó un banco donde poder sentarse y ordenar
un poco sus ideas. Le invadía una triste ligereza, como volátil. ¿Acaso la
mayoría de los hombres no se sienten decepcionados con su destino,
languideciendo aburridos en sus cadenas con callada desesperación?. La imagen
de la joven llorando se le repetía, incesante. Notó la humedad en sus ojos. En
aquel instante se dio cuenta que su parecido con Laura era increíble, y un río
de lágrimas se desbordó. Intentó disimularlas, como un estúpido que era, pero fue
en vano.
Le vino el
recuerdo de aquella noche en tren hacia París con Laura. Y sus palabras que
creía olvidadas. Amor mío, podría tener tu mano en la mía viajando durante toda
la eternidad, sin soltarla ni un segundo. El amor es fuerte como la muerte, me has hecho
libre. Porque no nos fugamos… tu y yo… a Italia, a Florencia, a aquel hotel tan
mono, delante del palacio Fizzi. ¿ Te
acuerdas? Le dijo. Y el asentía embobado.
Huyó de
aquel banco al ver como el bus V3 se acercaba, corrió y consiguió alcanzarlo
ya casi en marcha. Sin pagar el billete
, se sentó al fondo y regresó a los juzgados con la esperanza de encontrar a
aquella pobre mujer. Durante el trayecto reconfiguró su figura. Delgada, no muy
alta, de ojos azules pálidos, perdidos en su horizonte imaginario, pelo castaño
con media melena cubierta con un elegante gorrito de lana violeta, y sus rizos naturales sobresalían y la embellecían todavía más.
Un fatal
accidente provocó que el Bus quedara en medio del atasco. Prisionero, se la
imaginaba esperando horas y horas a alguien. Como le pasaba a aquella bella
joven ciega de la maravillosa y trágica serie “The OA”, en New York, cuando
la pobre chica iba cambiando de sitio en busca del sol bajo la estatua de la
Libertad, esperando en vano todo el día a que la vinieran a buscar, hasta que
ya al final de la tarde, anocheciendo, el Guarda de aquel enorme parque o isla,
la tuvo que rogar que debía irse con el último ferry. Aquel guarda, un hombre
mayor negro, al verla ciega con su bastón se compadeció de ella, y muy
amablemente le leyó el poema dedicado a los desterrados sin patria que llegaban
en masa a NY, a finales del Siglo XIX.
Para su
desgracia, cuando por fin el Bus pudo llegar a la plaza Ildefonso Cerdà, un incomprendido
como él, se bajó y corrió hacia el lugar donde estaba aquella joven, no
encontrándola. Esperó dando vueltas casi una hora. Pero no pudo volver a verla,
ni supo jamás que sería de ella.
Su último
recuerdo antes de despertar de aquella pesadilla, fue verse dando círculos con
una ansiedad brutal por los edificios de los juzgados de Barcelona, igual que
un loco ansioso que espera sus dosis de kietapina y de suboxone para poder
dormir. Iba repitiéndose para intentar consolar su mala
consciencia, aquella frase que había memorizado de una novela que ni era capaz
de recordar: existir es sobrevivir a las
decisiones injustas.
FIN
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