EL ASESINATO DE WILLIAMS
EL ASESINATO
DE WILLIAMS
I
Al llegar del
despacho, fatigado, el abogado Albert WILLIAMS, se queda dormido en el sofá de su apartamento
en el Putxet. El calor africano está instalado en toda España, en el sur se
alcanzan los cincuenta grados, al
despertar todo el cuello de su polo está empapado de sudor. Le apetecería estar
echado un poco más, escuchando como la música de Bach lo une todo, como su corazón late con fuerza y sin
dolor.
Atardece, se ha pasado diez horas encerrado en su
despacho redactando un complicado Recurso, el caso está perdido, la sentencia
de instancia es clara, concisa y directa, las pruebas son irrefutables y
perfectamente valoradas por aquella joven Jueza, tan bella y educada, que años
después, por su brillante carrera, llegó
a ser Magistrada del Tribunal Supremo y
autora de notables obras como el “El
Principio de inmediación. Visión de una jueza de instrucción”, que recibió
excelentes críticas tras su publicación en ARANZADI, convirtiéndose en un
clásico del Derecho.
Sus sentencias, bien redactadas, motivadas, estructuradas y clasificadas como en el tratado de extraordinario filósofo alemán Ludvic WITTGENSTEIN (1889-1951), el el Tractatus es un libro fascinante, compuesto por aforismos ordenados y jerarquizados entre sí. Su objetivo: determinar la naturaleza de lenguaje y su relación con el mundo y el pensamiento, "Los límites de mis palabras son los límites de mí mundo", apuntó Williams en su cuaderno. Las proposiciones que encadenan sus palabras constituían imágenes de la realidad. No dejaba ningún cable suelto, se atrevía a mezclar de forma original la realidad con la ficción, con citas de principios generales del Derecho de CICERÓN: “In testimonio quod est máximum demostraitionem” (la evidencia es la más decisiva demostración), y de otros sabios universales, de hecho en sus años de Jueza de Instrucción, no prosperó ningún recurso de apelación contra las mismas, con los años muchas de sus sentencias llegaron a formar jurisprudencia.
Con su mirada celeste, fijada durante la vista en los rostros de todos los testigos y de las dos partes del proceso, la veía tomando notas sobre su tono de voz, sus reacciones y expresiones tras declarar. Por una simple mueca era capaz de saber si mentían o decían la verdad, su elegante porte y su serena sonrisa iluminaban la Salas de vistas de su Juzgado, el trato con los letrados era exquisito, jamás los corregía o interrumpía. Las formas son imprescindibles para llegar al fondo. Aplicaba la ley de la forma más benévola posible sin incumplirla.
WILLIAMS, de padre inglés y de madre española, era un hombre alto, rubio, muy delgado y esbelto, soltero, sin hijos, sus ojos azules, maduros para su edad, reflejaban una mirada bondadosa y una expresión de cierto cansancio y de una quietud realmente conmovedora.
No veía ningún resquicio
para apelar aquella Sentencia, contraria a sus intereses, pensó mientras se duchaba antes de acostarse.
II
Williams se instaló en Barcelona diez años antes, huyendo de una mujer de Ámsterdam, la hermosísima REBECA HEGEL, con la que tuvo una tórrida aventura, y se obsesionó por él, estaba loca perdida – cuando años después la condenaron a cadena perpetua, fue ingresada en un Centro Penitenciario psiquiátrico, se le diagnosticó un grave trastorno obsesivo y compulsivo y psicótico, la mantenían aislada, en el pabellón para enfermas peligrosas, era un peligro para las otras internas, enfermeras – a una le arrancó una oreja con una mordedura - y los propios médicos - .
Una noche que llegó tarde lo esperaba con un cuchillo chillando “¿te has ido a la cama con otra? ¡Hijo de puta¡” supo reaccionar a tiempo y la agarró la muñeca y el cuchillo cayó en el suelo. Tuvo que llamar a la policía y se la llevaron a un Hospital, se revolvía como una fiera en la camilla, la tuvieron que atar, al verla sentía pena y a la vez alivio. Aquella noche se dio cuenta que era imposible convivir con ella. Lo seguía todo el día, lo llamaba a cualquier hora, preguntaba por él en todos los comercios de su barrio diciendo que la había abandonado dejándola embarazada, se presentaba en su trabajo, le enviaba frenéticamente watssaps insultándolo y amenazándolo, hasta que tuvo que bloquearla.
Cuando encontró en su buzón un paquete con una pata de pollo ensangrentada, Williams decidió cortar por la sano, se despidió por email de su amigo FRANK: “Ya no puedo vivir más conmigo mismo. Mi cerebro es como una pelota de pingpong, va de un lado a otro a toda velocidad, mi resistencia se agota. Ya ni puedo contestar, este efecto aerodinámico va acabar conmigo. Debo huir o Rebeca me matará, o la mataré. Te llamaré cuando esté instalado. Afectuosamente. W”.
Hizo sus maletas, puso sus libros en cajas de cartón, y en veinticuatro horas, partió con su vieja furgoneta Volkswagen hacia el sur, cruzó toda Francia, parando lo mínimo, entró en España hasta decidirse por Barcelona, donde conocía a un amigo abogado MARIMÓN MÁRIMÓN, se conocieron en La Haya en una Convención sobre los crímenes de guerra, el general MLADIC acababa de ser condenado a cadena perpetua por el genocidio de Srebrenica perpetuado en 1995 donde unos ocho mil hombres y adolescentes fueron ejecutados sin juicio previo, la peor atrocidad cometida en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Se hospedaron en el mismo hotel, y coincidieron en el restaurante, pronto compartieron mesa y conversaron durante horas, acabaron borrachos perdidos.
Diez años después lo encontró igual, con el pelo engominado, siempre elegante, perfumado, con una camisa blanca, el cuello abierto y un cardigan de punto grueso, negro con rayas blancas, con un vivo escocés.
Fue el nacimiento de una larga amistad, a los pocos meses de su llegada a Barcelona, MARIMÓN le ayudó a encontrar una preciosa casa aislada cerca del Montseny, no tuvo noticias de aquella loca, pero sentía que lo vigilaba y aún tenía horribles pesadillas viéndola como se le acercaba con aquel cuchillo, sonreía o, mejor dicho, sus labios se dilataban en una expresión diabólica, el mal acechaba por la habitación, dispuesto a clavar sus frías y prosaicas garras. El corazón le latía al despertarse, sentía como su voz podía volverse inaudible.
Paseaba por lugares
recónditos, dejaba el móvil en su casa, y caminaba cada día durante dos horas
al aire limpio, como el extraordinario filósofo alemán Arthur SHOPENHAUER (1788-1860) aconseja en su pequeña joya de la
filosofía moderna “El arte de ser feliz” (*)
(*) publicada en este blog.
III
Llamó a su nuevo cliente
Aniceto Robadors Pujolrás, su bisabuelo que fue coronel carlista bajo el mando
de General CABRERA, el tigre del
Maestrazgo, le explicó MARIMÓN, que le había traspasado el caso, no lo soporto
Williams, llámalo de parte mía, no le lleves jamás la contraria, es un monstruo
que tiene causas abiertas por delitos contra los trabajadores, pobres hombres,
tener que trabajar a las órdenes de este déspota…, ya te contaré. Uno de sus hijos con lo portaba bien hace cinco año salió de
excursión, desapareció y jamás se encontró su cuerpo. Es un tipo violento te lo
advierto, y recuerda que de lo que
cobres un veinte por ciento es mío. Lo único bueno que tiene es ser buen
pagador. Ni te imaginas la pasta que tiene este cabrón. Suerte.
-Por supuesto, Marimón,
entendido.
IV
Acto seguido llamó al nuevo
cliente, era una gran oportunidad y no pensaba dejar escaparla. Por lo que sabía, aquel hombre era manco. De
muy pequeño, una cerda en celo enferma le arrancó su mano derecha de un
mordisco. Su padre, fuera de sí, la ató a
un palo por una pata, y la fue matando lentamente, clavándole puñaladas,
quemando a aquel animal con un soplete, los chillidos de aquella cerda se
escucharon por toda la Comarca de Osona.
-¿Sr. Aniceto Robadors?
-El mismo, servidor de
usted, ¿cómo ha ido el Juicio, ya ha dictado Sentencia la estirada jueza de Can Fanga *?
* apelativo despreciativo de personas de las
provincias de la Catalunya profunda, en especial Girona, hacia los
barceloneses.
-Sí Señor, y me temo que no
son buenas noticias, han absuelto a su hermano, y nos han condenado a pagar las
costas.
-¡Cago en Déu¡ , seguro que mi hermano la ha untado… ¡ , ¿pero a mí
no me jode nadie¡ – permanecía escuchando en silencio, empezó a entender las
advertencias de Marimón - , ¿y ahora Sr. Abogado que podemos hacer?. – este inútil
me las pagará pensaba Robadors mientras se mordía el dedo.
-Senyor Robadors, sólo cabe
recurrir en apelación ante la Audiencia de Barcelona, tenemos diez días, le
advierto que le pueden condenar en costas, y es mucho trabajo…
-Pues ya puede empezar ahora
mismo, ¿me entiende? , ¡ahora mismo¡, ¡Ya¡. Le llegó la provisión de fondos o
como se llame. Le juro por la Santa Moreneta
de Montserrat, que si ganamos sabré ser generoso con usted Sr. Williams. ¿Y qué cony
es esto de las costas?.
-Las costas son los gastos
del abogado y del procurador contrario.
-Vale, vale, manténgame
informado, ¿me entiende?.
- Sí señor. Se partía con el
continuo ¿me entiende?. El cliente, tozudo como un burro, paga siempre
puntualmente y debe acatar sus órdenes.
Al día siguiente, fue en
tren a su despacho en Barcelona, para acabar aquel recurso totalmente inviable.
-Para aparentar un trabajo
con muchas páginas, que abulte, recurre
a la transcripción de múltiple Jurisprudencia del Tribunal Supremo, que más se
aproxime a sus pretensiones, aunque sean ilusiones o fantasías, algunas
Sentencias no tienen relación alguna con el caso, cuanta más paja mejor, a los burros les encanta.
Copiar y pegar, Cortar y pegar – le dijo
Marimón cuando lo llamó para informarle del tema. Así lo he hecho.
ANICETO Robadors era un
millonario del Sector porcino, y con domicilio social en Vic. Hombre robusto,
obeso y bajito, tiene los ojos
brillantes, achinados, y una sonrisa de cuchillo, con las comisuras fruncidas
en una maligna autocomplacencia asentada en perpetuo mal humor. Había sobornado
con éxito a los inspectores de la Generalitat para que le autorizaran a abrir
nuevas naves para la cría de cerdos. ¡Així
farem país¡ , le dijo a su contacto mientras con su mano buena, le tendió
un sobre con el dinero acordado.
Al cabo de cinco días, lo
llamó:
-Buenas tardes Sr. Aniceto,
le comunico que ya tengo el recurso preparado para presentarlo mañana, más de
cien páginas, mucho trabajo, sepa que esto tardará, primeramente veremos si
tenemos suerte con la Sala de la Audiencia en la que recaerá el recurso,
conozco a algún alto Funcionario , ex compañero de
carrera en la Facultad de Derecho de Barcelona – mentía como un bellaco para
impresionar a Aniceto. Con este tipo de gente debes llevar la iniciativa, sino
te conviertes en su esclavo.
-Perfecto, así me gusta, es
usted muy trabajador, no como mis dos hijos que no saben ni colgar un cuadro,
bien Sr. Williams, usted y yo nos parecemos,
¡ vamos a per totes , pit i collons com deia mon pare, clamaba enfurecido, y si tenemos que acabar en el Tribunal
Supremo, acabaremos en el Supremo.
Nunca perdonaré al traidor
de mí hermano. ¡Nunca¡. ¿Verdad que me entiende Sr. Williams?. ¿Me
comprende…no?. Sólo sé que vive en Barcelona con una extranjera, una
pelandrusca holandesa o alemana, ¿yo qué sé?, ¡Ojala se muera¡. Tengo
contratado un detective, un tal NICANOR
(1*), que cada mes me envía un Informe de sus actividades.
-Pues claro Señor Robardors.
Cien por cien con usted. ¿Cómo se encuentra del corazón ¿ – la pasada semana
Aniceto tuvo que ingresar de urgencias por un ataque de lipotimia.
- Mucho mejor, gracies a Déu, el maldito médico, un
charnego andaluz, me ha prohibido comer
carnes grasa, ¡con lo que me gustan mis butifarras, la panceta, el morro, las
orejas, mis pies de cerdo¡. Debo seguir un régimen estricto, monjeta
o col i patates, beber mucha agua, incluso me ha recetado pastillas para
dormir, sepa que cada día a las seis de la mañana ya estoy en alguno de mis
mataderos, que hay muchos negros que se duermen y esto no lo tolero, ¿Me
entiende?. La maquinaria no puede parar. No tolero ningún descuido. Matar,
matar y matar, y a callar. Ya hago mucho
contratándolos, y si no les gusta que se vuelvan a la selva, parecen
orangutanes, yo mismo de joven ayudaba a mi padre que en paz descanse,
degollando a cerdos y a corderos, y después íbamos a desayunar un buen plato de
botifarra amb mongetes en la cantina
del matadero, butifarra hecha con las
tripas de los cerdos recién muertos, aún calientes. ¡Cómo los odio¡. Nunca le
explicó la mordida de la cerda que le arrancó la mano.
Pero ahora con lo del
bienestar animal me han jodido bien jodido. Inspecciones, papeleo…. Si fuera
por mí los cocía vivos. Me olvidaba, le acabo de hacer otra transferencia,
supongo que en dos días la tendrá abonada en su cuenta – ya me las pagarás estúpido
inepto.
- Gracias Sr. Aniceto,
seguimos en contacto y si algún día me quiere llamar sepa que estoy a su entera
disposición.
- Gracias a usted Williams y
si ganamos tendrá un plus como gratificación, debo colgar que empieza la
matanza, acaban de legar dos camiones desde Extremadura, estos charnegos…., no
me fío ni un pelo, me pongo a contar las piezas, a mí no me engaña nadie, ¡nadie¡. ¿Verdad que me entiende Sr. Williams?.
Se acuerda de la enorme cerda de la enfermera psicópata, de la película basada en la novela de STEPHEN KING, interpretada por Katty Bates (años después dulcificada en TITANIC) que secuestra a un famoso escritor, James Caan, que ha sufrido un accidente para lograr que la protagonista de la novela gótica “MISERY” no muera y le obliga a cambiar el final. El recuerdo de esta mujer le pone los pelos de punta, le recuerda a Rebeca. Para distraerse, lo estudió todo sobre este animal. Han pasado casi dos años de aquella visita y aún siente aquel olor a muerte, sangre, entrañas y estiércol. Todos los trabajadores eran negros que reían entre ellos en un idioma desconocido mientras degollaban metódicamente a los cerdos colgados en una barra automatizada que primero les dan una descarga eléctrica en su cabeza para aturdirlos, los cuelgan por las patas con la cabeza hacia abajo, y así van pasando uno, dos, tres… hasta cien que sacrifican en un día. Aniceto controla su trabajo desde su despacho situado justo al frente de aquel corredor de la muerte. ¡Basta de risas y a trabajar gandules¡. Los negros no entiende lo que les dice pero sus gritos lo delatan y sólo saben sonreír y decir ¡Lo que diga mi jefe¡. En el pabellón anexo, las víctimas son las ovejas que nunca se quejan, es el animal más estúpido, le explicó Aniceto con sus cejas fruncidas sobre sus pequeños ojos siempre acusadores, mientras le mostraba con orgullo el funcionamiento de aquellas fábricas de matar. ¡Nadie quiere ser matarife¡.
WILLIAMS se acostaba pronto
y levantaba a las cinco de la madrugada, su primer movimiento era abrir la
mesita de noche en busca del tabaco y su cenicero. Daba una honda y furiosa
calada a su primer cigarrillo del día. Aquel viejo cajón desprendía el olor caliente
del tabaco rancio. Volcaba su contenido encima de su cama. La de objetos que
encuentra: llaves, mecheros, mi pasaporte caducado, lápices sin punta, celo,
relojes estropeados, chinchetas, recibos, un par de condones, tarjetas, clips,
medicamentos caducados, corta uñas, alguna fotografía de antiguas novias, notas
inacabadas, monedas, , fósiles con extrañas formas que encontró en la playa en
Tánger , hasta una estrella de mar,
y que guarda como
talismanes… Se incorpora para ir a fumar
en la terraza, delante de su jardín, el sol aún no había salido, y el hermoso
cielo de nubes pesadas, pasaban rápidas como fantasmas por delante de la
luna.
Vivía en la planta baja de
un edificio de piedra
gris coronada de pizarras, rodeado por una avenida de castaños con edificios de
estructura idéntica, con un pequeño parque estrecho, tupido, húmedo,
arrinconado entre viejos muros, un bosque en miniatura, dos hectáreas de
robles, ámbito de ciervos, zorros y hasta osos pardos.
Pero algo malo pasaba, Williams lo
desconocía, un cazador encontró un
muerto en el bosque, un tipo de rasgos muy vulgares, de mediana edad, por no
decir de edad indefinida. Vestía ropa muy gastada por el uso, de limpieza
dudosa, y el cuello de su camisa estaba lleno de mugre. Murió apuñalado
salvajemente, y la policía encontró en sus uñas maquillaje de mujer.
No encontraba el encendedor. Lo olvidé en mi habitación – piensa
resignado. No lo encuentro, después de buscarlo en cada rincón, maldiciendo a
su memoria, decide desistir de la búsqueda, hasta que encuentra una caja de
cerillas debajo de su cama, no se explica cómo pudo caerse. Una señal del
cielo. Se sienta aliviado fumando sentado en la cama, observando los largos rayos de sol que
penetran por las cuarenta rendijas de
madera de la persiana del enorme ventanal, las contó una a una. Los rayos de sol con el humo del tabaco se transforman en
finas lanzas que parpadean. Contempla aquella imagen idílica, hipnótica, hasta
que la oscuridad vuelve a reinar en el cielo.
Aún le
resuenan las palabras de FRANK, su mejor amigo de Amsterdam, que lo mantenía
informado de los movimientos de aquella peligrosa enferma mental: Cuando vives
plenamente tus emociones, cuando son lo bastante simples y atractivas como para
disfrutarlas y se acorta la distancia entre lo que sientes y lo que también
podrías sentir, entonces puedes confiar en tus instintos. El ánimo alegre o
triste de las personas no está determinado por circunstancias externas, sino
por tu estado interior, al estado físico o psíquico.
Todos tenemos
un pasado, le explicaba una noche a Marimón, las cosas nos salen bien o nos
salen mal. Algo nos lleva a donde estamos. El pasado es algo único y totalmente
intransferible. Para mí, el pasado no vale nada. Marimón asentía apurando su
gin tonic.
WILLIAMS tenía un secreto bien guardado, su etapa de escritor aficionado de relatos cortos. De joven ganó un premio de accésit en un concurso de una importante Universidad holandesa, cuando se lo notificaron sintió una alegría extraordinaria, quizás la mayor alegría de su vida, tenía un montón de obra publicada en su Blog y cientos de páginas manuscritas pendientes de transcribir. Creía que estaba experimentando algo importante, cambiando la vida, soltando amarras, de modo que muchos aspectos – mujeres, viajes – adquirían un ritmo distinto. Pero estaba equivocado. ¿Por qué dejó de escribir?. Quizá las cosas no le salieron con la facilidad que esperaba. Quizás no logró traducir sus impresiones personales al ambiguo y complejo lenguaje de la literatura. Quizás el ejercicio de abogado lo absorbía demasiado hasta tornarse una obsesión. Quizás no tenía nada de que escribir, o quizás le faltaron fuerzas para escribir obras más extensas. Lo que sí es cierto es que a los treintaiséis años perdió el sentido de la anticipación, ese dulce dolor de saber lo que vendrá después, una necesidad para el verdadero escritor. Y le interesaba tan poco lo que escribiría a continuación, o la frase siguiente, como el color de los osos pandas.Tampoco creía lo que le interesaba volver a escribir una novela. Quizá en un futuro vería las cosas de otra manera. Recordaba momentos vividos donde todo era hermoso. Todo era claro y limpio. Todo chorreaba luz. Como en un decorado de cartel turístico de los Alpes. Eran otros tiempos, cuando todo giraba a su alrededor y se sentía seguro de sí mismo, hasta que conoció a REBECA.
Aquella
maravillosa mañana de primavera, WILLIAMS subía andando por la Vía Augusta, pletórico,
seguro de sí mismo, siempre sonriendo, con
la cabeza alta mirando el sol y enfocando su mirada a su “Dron de la Felicidad”
(DF), que inventó el genial científico y Premio Nobel Dr. Ramón Campoy,
consistía en un dron, un auténtico profesor y tutor espiritual, que se programaba a las personas con
depresiones graves a llevar una vida lo más soportable posible, aconsejándolo,
advirtiéndolo, avisándolo, prediciéndole,
orientándolo sobre cómo debía actuar ante un conflicto, como reaccionar.
Proporcionaba a sus usuarios, que podían permitirse pagarlo, una identidad
externa. Era como el auténtico “Yo soy”,
conciencia en estado puro, un manto protector que obligaba al sufrimiento a retirarse de su
identificación con el “Yo desgraciado”, donde la mente hace demasiado ruido, y que en último
término es una ficción mental.
Para programar
al dron de cada persona, Campoy paría de la Teoría de Perspectiva, que
inventó el genio de las letras norteamericano Henry Melville (1819-1891), la solución de sus cálculos se introducía
conjugando con el resultado de la personalidad
resultante del TEST ENEAGRAM-80, con un margen de error de sólo entre un
tres y un cinco por ciento , siempre encuadrado o bajo la alfombra de los
principios universales de la ética humana, y en los principios de la
Ilustración francesa, resumidos en
“Libertad, igualdad y fraternidad. El método es la construcción de la
experiencia, repetía en viejo profesor. Con toda esta información procedía a
interconectar la mente de la persona con el dron ,al que seguía desde el cielo,
vislumbrando aquella pequeña caja negra rectangular. Con un dispositivo
incrustado en la oreja permitía que la persona y su dron pudieran comunicarse
mutuamente, conversando con total libertad.
El único
problema que presentaba aquel invento que revolucionó el mundo era la noche sin
estrellas ni luna llena, desgraciadamente el ingenuo Dr. Campoy murió en el
intento, y uno de sus seguidores, el DR.
MELÓN (*) continúa experimentando para encontrar una solución, a su
medida. El dron sólo podía aconsejar a su dueño acostarse pronto y madrugar.
WILLIAMS
seguía su camino, hasta que decidió cenar en un nuevo Restaurante que le habían
aconsejado, la comida era exquisita, y por su euforia bebió demasiado. Al salir
de regreso ya a su casa, empezó a llover, el cielo estaba oscuro, andaba
zigzagueando , tropezó con una botella vacía y cayó al suelo quedando
totalmente empapado, sintió un frío extraño, se desató un fuerte viento fresco
de principios de otoño, no podía ver a su dron, se veía desnudo, desprotegido, con
miedo.
Cuando se
acercaba a su casa se sintió aliviado, y justo en aquel momento apareció Rebeca
por detrás suyo, todo fue muy rápido, notó el acero en su espalda, una, dos
tres veces, hasta que todo acabó, el viaje de la vida de Williams había llegado
a su fin.
Al día siguiente, en el aparcamiento del Área de servicio de Bellaterra, ROBADORS y REBECA se despidieron. Aquel carnicero le entregó un sobre con mucho dinero. Nunca me he fiado de este abogado extranjero, por su culpa perdí el juicio contra mi hermano, ya no tendré que pagar su minuta. Ahora te toca acabar con mi hermano, toma aquí tienes su fotografía y su dirección, ¡qué suerte he tenido al haberte conocido querida Rebeca¡, todo gracias a Nicanor, trabaja bien aquel malnacido. Le avisaré cuando termine su segundo encargo Sr. Robadors. De acuerdo, pero debo pedirle por favor que le cortes la mano, toma, en este sobre hay más dinero por este trabajito extra. Ningún problema, será como cortar tulipanes en mi país.
FIN
(*1) – Ver “El delator” publicado en este blog
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